Después de la Ascensión del Señor(40 días después de la Resurrección), llegaron los 50 días y ahí en ese preciso momento, ¿sabéis lo que ocurrió?
¿Quién ha sido el primero que ha contestado?
Pues bien a los cincuenta días, la tercera persona de la Santísima Trinidad, de la que hablábamos el otro día, por fin llegó, se hizo presente entre todos los discípulos y la Virgen María.
¿Queréis conocer bien la historia?
Vamos a hacer lo siguiente:
1. Leemos la cita bíblica.
“PENTECOSTÉS”
“Llenos
del Espíritu”
“Se llenaron todos de Espíritu Santo”. He aquí la característica
principal de la Iglesia primitiva tal como los Hechos de los Apóstoles nos la
presentan. Es el Espíritu Santo quien pone en marcha a la Iglesia. Es su alma
y su motor. Sin Él, la Iglesia es un grupo de hombres más, sin fuerza, sin
entusiasmo, sin vida. He aquí el secreto de la Iglesia: no con algo de
Espíritu Santo, sino “llenos” de Él; y llenos no alguno, sino “todos”.
Lectura de
los Hechos de los Apóstoles, Hechos 2,
1-11
Al llegar el día de
Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del
cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda
la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de
fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron
llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según
el Espíritu les permitía expresarse. Había en Jerusalén judíos piadosos,
venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la
multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia
lengua. Con gran admiración y estupor decían: “, Acaso estos hombres que
hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su
propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que
habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y
en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en
la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y
árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de
Dios”.
2. Vemos el vídeo alusivo a este momento.
3. Sintiéndonos tan alegres como los discípulos quiero que hagáis una historia de cómo podemos hacer visible en nosotros al Espíritu Santo. De qué modo podéis contagiarlo.
Espero todos vuestros trabajos en mi correo: relimar65@gmail.com
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